Por: Tatiana Chamorro

El mundo de afuera. 
Jorge Franco Ramos. 
Bogotá, Alfaguara, 2014, 302pp 

Era entonces un niño y la situación de su ciudad lo sometía a una violencia, con lo que desde pequeño enfrentó una relación de amor-odio hacia su natal ciudad, Medellín. Jorge Franco, nacido el 22 de febrero de 1962, es un escritor colombiano. Lo pudimos haber mirado en la televisión colombiana haciendo novelas de narcotráfico; pero no fue así, su estudio por el cine lo condujo al bello arte de escribir y es por eso por lo que en apenas dos años Franco se convirtió en un reconocido escritor. Entre sus libros destacados apareció que su novela, Rosario Tijeras, ha sido la que lo ha llevado a su fama, ésta fue galardonada con el premio internacional de novela Dashiell Hammett 2000 (Girón, España), la cual ha sido traducida a más de quince idiomas y como si fuera poco, también llevada con éxito al cine y la televisión. 

Cabe resaltar que en esta reseña no hemos de tocar la novela de Rosario Tijeras, pues he descubierto que hay una novela escrita durante las vísperas del desmoronamiento de Medellín, y esa novela es, El mundo de afuera. Una peculiar novela que desde su cubierta da una gran impresión, investigaciones me han llevado a la idea del porqué de su portada, para contextualizarlos un poco; la caratula del libro anteriormente mencionada goza de una riqueza de flores blancas también conocidas como candytuft, que forman el rostro de una mujer de grandes y profundos ojos, de un celeste inigualable; sus rizadas pestañas la forma de una ola, y la abeja posada en el entrecejo, la exuberante hermosura de la naturaleza. Se dice entonces que esta magnífica portada representa Medellín, ya que a ésta se la conoce como la ciudad de la eterna primavera. 

Cuando tuve por primera vez en mis manos esta majestuosa obra, me intrigó la idea de que su título sea El mundo de afuera, cuando en la dedicatoria presenciamos un “a Valeria, mi mundo de adentro” hecho que me ha marcado. El contraste que se genera entre ambos es majestuoso y la importancia de haberlo leído, radicó un poco en la idea de descubrir la razón de dicha oposición. Entrando un poco en la historia de esta obra, se debe tener en cuenta que es basada en un suceso real, un secuestro que ocurrió en Medellín en el año de 1971, como lo indica el boletín informativo que aparece en las primeras páginas del libro y como también afirma el propio autor: 

La novela tiene una inspiración real. Fui vecino de ese castillo, que pertenecía a un hombre que vivía allí con su familia. Tenía pajes, limusina y se vestía a la moda de una época pasada. En 1971 fue secuestrado por una banda y eso me generó una desazón muy fuerte porque sentí que era un anuncio del final de la Medellín paradisiaca y que éramos vulnerables a la violencia. (Franco, 2014).

Ahora bien, a medida que mi lectura se iba desarrollando, descubría en cada capítulo algo nuevo, tal vez inesperado, que me generaba una gran intriga, entre ellas, ¿con qué fin Dita persigue en el bosque los cabellos rubios? ¿Quería acaso un eterno recuerdo de su hija, o le recordaba algo mucho más profundo? Duda que aún ronda en mi cabeza. Sin embargo, era una de las cosas que hacía que paulatinamente me introduzca más en la historia. Es una novela muy bien fundamentada y aunque no sea un “best-seller” considero que debería ser leída. La exquisitez que maneja Franco en cada palabra, hecho, acontecimiento, es inigualable; logra mediante “su narración” transportar al lector con ingenio, a su propio mundo.

"Nunca quise que fuera la crónica de un secuestro, sino la historia de una época que marcó a una ciudad" (Franco, 2014). Saber de buena tinta un suceso real y la llegada del narcotráfico y la violencia a Medellín, da de por medio la perspicacia de Franco, al utilizar un lenguaje que da al lector realismo, tanto en su obra como en sus personajes, se descubre entonces que son de materia compuesta, unión de células y sentimientos, si es que por algún lado se ven reflejados. Apreciamos que ese lindo arcoíris de colores, al que llamamos historia, ya no tiene oro al final, ni siquiera un duendecillo, porque para el final esto pasa a convertirse en una gama de grises; ya no hay oro, sino una caja, ya no hay duendecillo, sino una calavera con ropaje negro. Hay datos del libro que parecen ser fantásticos, con los cuales la quimera crece continuamente, pero al investigarlo, se descubre que no es tan fantástico como parece; los almiraj, por mencionar algo de imaginación, resultan inquietantes, únicos, y con la descripción que se tiene de ellos, aún más mágicos. Pero la magia termina, cuando en el navegador encuentras que es una bestia de la mitología islámica.

La universalidad maneja ciertos términos: amor, tiempo, amistad; relacionados con la vida misma y como no ser reconocidos también en obras literarias. El amor mueve, une y desune, motiva y en ocasiones mata. Una alemana y un colombiano, una princesa y un delincuente, un muchacho y una “inglesa”.  En ellos vemos relacionado eso que llamamos amor, el hacer algo por el otro, el preocuparte por un bienestar ajeno al tuyo, el salir de tu natalidad, el encontrarse por acertar en el tiempo-espacio, y el follar, aunque la presencia de un pariente sea espectadora. 
Por otro lado, el tiempo. Isolda estaba enferma, y entre la confusión de una falda roja y un espectacular show, se aleja del castillo, fuera de su voluntad; ningún príncipe llego a rescatarla, solo el rey impuso el mandato. La soledad es mala consejera cuando se está acostumbrado a hablar con conejos con cuerno, pero el tiempo es aún peor consejero cuando de deteriorar a alguien se trata. Además, ¿existe la amistad? Si es por dinero quizás, si es por ayudar y apoyar, lo dudo. Dicen que es amigo el que está en las buenas y en las malas. En el trascurso de esta obra observamos que, como la vida, al inicio se tienen muchas amistades, pero gradualmente se esfuman, el tiempo las sumerge y la vida las relega. 

Sin duda, Jorge Franco se ha convertido en un excelente escritor y aunque con frecuencia se establece la presencia de Medellín en sus obras, hace esta parte de su propia marca como literato. Considero que Franco cumple las expectativas que un lector pueda tener o desear, porque en la novela vemos “de todo un poco” lo que hace que la lectura no se torne monótona, ni sea predecible, por el contrario, da resultados inesperados. 

No obstante, enfatizando en su obra, hay datos sueltos que dejan al lector con intriga y con un “sin sabor”, se generan suposiciones sobre quien es en realidad el causante de un silbido, silbido con el cual la historia finaliza, “no soy el único sorprendido. Detrás de mí, entre las ramas de un árbol, alguien silba.” (Franco, pag.302). La obra no deja rastro alguno de quien es el causante del sonido (silbido), ni mucho menos de quien es el narrador, porque durante la obra se supone uno, pero esto quebranta cuando la historia da por terminada. Posiblemente, lo anterior es algo que valga la pena resaltar, pues, aunque deja que la imaginación del lector se desarrolle con el final un tato abierto, también considero que es necesario dar una pista que conlleve al lector a descubrir algo que quizá está implícito.

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