Biografía:Nació en Maceió (Alagoas, Brasil), el 18 de febrero de 1924. Escritor prolífico, tocó con maestría todos los géneros, desde la poesía hasta el ensayo, el periodismo, la novela o el cuento.Perteneció a la generación brasileña del 45 y es una de las figuras más destacadas de la moderna literatura brasileña. Ocupó el asiento número 10 de la Academia Brasileña de las Letras. En su extensa obra, traducida a varios idiomas, retrata la vida cotidiana y escudriña en la condición humana. En España se han publicado algunos libros como las antologías La moneda Perdida y La aldea de la Sal, así como los poemarios Rumor Nocturno y Plenilunio.Entre los numerosos reconocimientos y premios con que su obra ha sido galardonada, citaremos el Casa de las Américas (2009); el Rosalía de Castro, concedido por el PEN Club de Galicia (2010). Murió en Sevilla el 23 de diciembre de 2012, inesperadamente, cuando se encontraba en viaje turístico paseando por la ciudad cuando le faltaba poco para cumplir los 90 años.
Sus poemas:
1. El portónEl portón se abre el día enteropero en la noche yo mismo lo cierro.No espero ningún visitante nocturnoa no ser el ladrón que salta el muro de los sueños.La noche es tan silenciosa que me hace escucharel nacimiento de los manantiales en los bosques.Mi cama blanca como la vía lácteaes breve para mí en la noche negra.Ocupo todo el espacio del mundo. Mi mano desatentaderriba una estrella y ahuyenta un murciélago.El latir de mi corazón intriga a las lechuzasque, en las ramas de los cedros, rumian el enigmadel día y de la noche paridos por las aguas.En mi sueño de piedra quedo inmóvil y viajo.Soy el viento que palpa las alcachofasy enmohece los arreos colgados en el establo.Soy la hormiga que, guiada por las estaciones,respira los perfumes de la tierra y el océano.Un hombre que sueña es todo lo que no es:el mar que deterioran los navíos,el silbo negro del tren entre hogueras,la mancha que oscurece el tambor de queroseno.Si antes de dormir cierro mi portónen el sueño se abre. Quien no vino de díapisando las hojas secas de los eucaliptosviene de noche y conoce el camino, igual que los muertosque, aunque jamás verán, saben dónde estoycubierto por una mortaja, como todos los que sueñanse agitan en la oscuridad, gritan palabras que huyeron del diccionario y respiran el aire de la noche que huele a jazmíny a dulce estiércol fermentado.Los visitantes indeseables atraviesan las puertas atrancadasy las persianas que filtran el paisaje de la brisa y me rodean.¡Oh misterio del mundo!, ningún candado cierra el portón de la noche.En vano fue que al anochecer pensara en dormirsoloprotegido por el alambre de púas que cerca mis tierrasy por mis perros que sueñan con los ojos abiertos.En la noche, una simple brisa destruye los muros de los hombres.Aunque mi portón amanece cerradosé que alguien lo abrió, en el silencio de la noche,y asistió en lo oscuro a mi sueño inquieto.2. Los pobres en la central de autobusesLos pobres viajan, en la central de autobuseslevantan los cuellos como gansos para mirarlos letreros del autobús. Sus miradasson de quien teme perder alguna cosa:la valija que guarda un radio de pilas y una chaquetaque tiene el color del frío en un día sin sueños,el sándwich de mortadela en el fondo de la bolsa,el sol del suburbio y polvo más allá de los viaductos.Entre el rumor de los altoparlantes y el acelerar del autobústemen perder su propio viajeoculto en la niebla de los horarios.Los que dormitan en los asientos despiertan asustados,aunque las pesadillas sean privilegiode los que abastecen los oídos y el tedio de los psicoanalistasen consultorios asépticos como el algodón que tapa la nariz de los muertos.En las filas los pobres asumen un aire graveque une temor, impaciencia y sumisión.¡Qué grotescos los pobres! ¡Y cómo sus oloresincomodan a pesar de la distancia!No tienen la noción de las conveniencias, no se saben comportarse.El dedo sucio de nicotina restriega el ojo irritadoque del sueño retuvo apenas la legaña.Del seno caído y dilatado escurre un hilillo de lechehacia la pequeña boca habituada al llanto.En la plataforma van y vienen, corren, aseguran maletas y paquetes,hacen preguntas inconvenientes en las ventanillas, susurran palabras misteriosasy contemplan las portadas de las revistas con el aire de espantode quien no sabe el camino del salón de la vida.¿Por qué ese ir y venir? Y esas ropas extravagantes,esos amarillos de aceite de palmera que duelen a la vista delicadadel viajante obligado a soportar tantos olores incómodos.¿Y esos rojos contundentes de feria y parque de diversiones?Los pobres no saben viajar ni vestirse.Tampoco saben vivir: no tienen noción del bienestaraunque algunos poseen hasta televisión.La verdad es que los pobres no saben ni morir.(Tienen casi siempre una muerte fea y poco elegante).En cualquier lugar del mundo incomodan, viajeros inoportunos que ocupan nuestros lugares, aunque viajemos sentados y ellos de pie.3. El sol de los amantesEl oficio de quien ama es verun sol oscuro sobre el lecho,y en el frío, nacer al fuegode un verano que no dice su nombre.Es ver, constelación de pétalos,la nieve caer sobre la tierra,algodón del cielo, aire del silencioque nace entre dos espaldas.Es morir claro y secretocerca de tierras absolutas,del amor que mueve las estrellasy encierra a los amantes en un cuarto.4. El sueño de los pecesNo puedo admitir que los sueñossean privilegio de las criaturas humanas.Los peces también sueñanEn el lago pantanoso, entre pestilenciasque aspiran a la densa dignidad de la vida,sueñan con los ojos abiertos siempre.Los peces sueñan inmóviles, la bienaventuranzadel agua fétida. No son como los hombres, que se agitanen sus lechos estropeados. En verdad,los peces difieren de nosotros, que todavía no aprendemos a soñar.Y nos debatimos como ahogados en el agua turbiaentre imágenes hediondas y espinas de peces muertos.Junto al lago que yo mandé cavar,volviendo la realidad a un incómodo sueño de infanciapregunto al agua oscura. Las tilapias se ocultande mi sospechoso mirar de propietarioy se resisten a enseñarme cómo debo soñar.5.Reaparición de mi padreHoy, por casualidad, volví a ver a mi padreen su mañana forense.En un traje de casimir aunque fuera veranoél entraba y salía de los despachosy atravesaba la calle del Comerciocon su carpeta marrón, lentes de tortugay sombrero de fieltro.De vez en cuando mi padre paraba en algún lugar:en la Junta Comercial, en una ferretería, a la puerta de una zapatería.Con su mirada miope contemplaba el rostro de Carole Lombard en el cartel del cine Floriano.Entraba en el Bar Colombo para mear.Proseguía su caminoentre mendigos, trabajadores eventuales y ministerios públicosy se sumía en la obscuridad de una tienda de raya.Mi padre iba y venía en el centro de Maceió.Yo presumía que él estuviera vivo.Sólo me rendí a su muerte lentacuando pasó cerca de mí sin reconocerme.Entonces supe lo que era la muerte.Y al mismo tiempo supe lo que es la vida:el lugar donde hay sol y las personas se hablan.6. Los murciélagosLos murciélagos se esconden entre las cornisasde la aduana. Pero ¿Dónde se esconde los hombres,que, a pesar de todo, vuelan la vida entera de lo oscuro,golpeándose contra las paredes blancas del amor?La casa de mi padre estaba llena de murciélagoscolgantes, como lamparillas, de las viejas viguetasque sostenían el tejado amenazado por las lluvias.“Estos hijos chupan nuestra sangre” suspiraba mi padre.¿Qué hombre tirará la primera piedra sobre este mamíferoque, como él, se nutre de la sangre de otros animales(¡hermano mío! ¡mi hermano!) y, comunitario, exigeel sudor del semejante aún en la oscuridad?En el halo de un seno joven como la nochese esconde el hombre; en el relleno de su almohada, en la luz del farolel hombre guarda las monedas doradas de su amor.Pero el murciélago, durmiendo como un péndulo, sólo guarda el día ofendido.Al morir, nuestro padre nos dejó (a mí y mis ocho hermanos)su casa donde en la noche llovía por las tejas quebradas.Cancelamos la hipoteca y conservamos los murciélagos.Y entre nuestras paredes ellos se debaten: ciegos como nosotros.7. La capaEn el suelo de la infancia voy a encontrartodos los objetos que perdí:la capa azul, el libro de grabados,el retrato del hermano muertoy tu boca fría, tu boca fría.Mi capa azul, en el suelo de la infancia,cubre los objetos y las alucinaciones.Es una capa azul, de un azul profundocomo en ningún tiempo podrá ser encontrado.Un azul como éste, ya no existe jamás.Y a todos ustedes que son puros o relapsos,vírgenes en el invierno y repulsivos en el verano,les hago mi petición de azul profundo:cúbranme, con esta capa el día en que muera.Cuando esté muriendo, pueden tener la certeza,una capa azul, de un azul profundo,envolverá mi cuerpo de la cabeza a los pies.8. El hombre vivoMe felicito a mí mismo por ser transitorio.Siempre tuve miedo de la eternidad,ese gran perro obscuro que me olfateaba las piernasy me seguía sin morder.Aguardando a la muerte como quien espera una cartatraída por un cartero divino,nada tengo para las fiestas del día siguiente.Toda mi vida fue este esperar sin fin.Entre el sueño y el mar total, en el paisaje celeste,solté mi cometa.Vi el farol de mi tierra, y mi infancia enteraestirada en cien leguas delante del mar.Nada quiero de ti, Muerte, ni aún las recompensas del otro ladocon que amenizas el fin de los que sufrieron mucho.Dame apenas el sueño sólido de los que muereny son llevados a la tierra de los pies juntos.Que la vida sea un sueño, y los sueños sean sueñosdel sueño desdoblado de los que viven.Efímero, late en el tiempo un corazón solitarioy la sombra de la tierra es poca para cubrirlo.9. Oficio de la mortajaFuturo, el vivo yace dentro del muertoy su mano inmóvil no fustigalas moscas circundantes, ni las floresreales y metafóricas que lo rodean.El hombre muerto desvive y forja la fábulade una tumba cambiada en luz y altura.Las moscas abren las alas para verlopasar en dirección a la eternidad.¡Oh gloria de estar muerto y reclamarel Reino prometido a todos los hombresque en el muro de la vida buscaronel portón del jardín del Paraíso!Y el muerto siente el olor de las friturasen el restaurante cercano de la capilla:los vivos comen carne y beben lágrimas.Y el sudor de los que se aman, y el estremecimientode las ortigas a los vientos funerariosy las heces que, en el mar, hablan de los hombres,a todo atento el lúcido finado,y su oreja nota el anacolutode la pálida viuda en negro duelo;y sus ojos contemplan, formidables,el tránsito soberbio de la ciudadcuando anochece, abeja gigantesca,babilonia de luz, música y vidrio.El antiguo transeúnte que hay entre los muertoslo convida a tomar café de piea la puesta del sol que huele a sándwichy a gasolina –-adiós, oh vida inmensaque se nutre de risa, polvo y plegaria,adiós, oh papagayo que haces cabriolas,adiós, rodillas amadas, brisa purade la playa, a todo adiós. No sólo de moscasvive, crucificado y mudo, el muerto.Guerrero de lo absoluto, mata a la muerte.Ser de promesa, horizontal y póstumo,el hombre vive de la espera. Y ni difuntorenuncia a su eternidad.10. El pasoQue me dejen pasar — es lo que les pidodelante de la puerta o delante del camino.Y que nadie me siga en el paso.No tengo compañeros de viajeni quiero que nadie se quede a mi lado.Para pasar exijo estar solo,solamente conmigo acompañado.Pero si me prohibieran el pasopor ser diferente o indeseadode todos modos, pasaré.Inventaré la puerta o el camino.Y pasaré solo.