Por: Ulises Paniagua
1. Anastasia es un libro, es cierto. Pero es también un artefacto estético; un catálogo para el recorrido del intelecto. Una pulp fiction elegante, poéticamente fisiológica. Un poemario que se recorre a través de la visualidad. La anatomía del poema. La verbalidad del cuerpo humano. Papel. Intertexto. Reverberación del hueso y de la médula en conjunción con la palabra.

2. Anastasia es una princesa envuelta en conflictos internos. Luminosa y lúcida, al tiempo. Un diseño personal fraguado en la mente de la querida escritora peruana radicada en España: Melissa Olivares, quien cruza el territorio de lo imposible para, en medio del gran boscaje que es el mundo, poseer la mirada de las mil yardas: la conciencia de la belleza… y del desasosiego. La mirada de las 1000 yardas (thousand-yard stare) por cierto, es un concepto que describe la mirada inerte, perpleja, de una persona que ha experimentado un hecho traumático, o varios, quizá. Un hecho como lo es, por ejemplo, vivir.

3. Anastasia es el lenguaje. Es el sustantivo que se hace carne; la sintaxis vuelta tendón; la rótula del verbo. La magnificencia del dibujo, la profundidad de la tinta, el asombro de la anatomía humana que aparece ante el escorzo y el reconocimiento de la ciencia, un imbricado barroco entre imagen, biología y verso, que demuestra que la Poesía es algo más que la enunciación escrita, deífica, a la que aluden los poetas del siglo XX. En este sentido, Melissa es, en buena medida, una neo-Renacentista. Como a Miguel Ángel Buonarroti y Leonardo Da Vinci, le fascina conocer los músculos y tendones que habitan debajo de la piel y del verso, tanto como las implicaciones entre interdisciplina y anatomía humana. El arte es investigación estética.

4. Anastasia es el dolor. La presencia de la ausencia. El afecto de los que se quieren, porque se van quedando lejos. De lo que se quiere, antes que desaparezca. La barroca posmodernidad de los recuerdos. Anastasia es la infancia. La memoria imbricada. La persistente memoria con nominativos y vocales distintas, nuevas, frescas…

                                         II

Melissa Olivares escribe desde la más metafísica concreta, si se permite la expresión. Escribe “teniendo miedo hasta de lo que existe”. En realidad, se trata de un temor que nace de un valiente acto de justicia poética. La autora no se guarda en el silencio conforme y confortable. Melissa habla. Su voz resuena por las arterias, las venas, las clavículas de cada página. Como Alicia, reproduce su persona en el espejo; quizá, en cientos, miles de espejos. Se desprende de la carne para mostrarse bajo los huesos. Aparece en los hermosos vestidos que el alma diseña. Melissa es una diseñadora de la condición humana. Sus “ojos…son o se han vuelto francotiradores ascéticos”. 

Describe la abstracción de lo vivo bajo el viejo formato del fairy tale (la historia infantil). Cuando se lee un ejemplar de este maravilloso, magnífico libro-objeto (libro-concepto), se tiene la impresión de acudir a la memoria remota de la infancia a la que alude Marcel Proust, aunque esta vez desde las posibilidades de un bosque encantando con carácter experimental, de conjuros mágicos aunque oscuros: el surreal reino de la fantasía poética donde la infancia se profundiza hacia su centro. La esencia de Roal Dahl en un poemario inteligente, profundo.

No todo es, desde luego, vitalidad desbocada. Hay grandes alusiones a la enfermedad de un ser querido. Al dolor secreto. A un ser que, contrario a lo que pregonaba el cantante Ian Curtis como mejor escape del plano terreno, “se va desvaneciendo en lugar de arder”. En el epílogo del libro se escribe sobre la gradual devastación de la muerte. El dolor de mirar, de comprender cómo desaparece ante los ojos una persona que se admira, que se ama, sin que se pueda hacer nada contra la catástrofe que se avecina: la enfermedad; el naufragio.
 
…Padre, he muerto hoy Y no sé qué hacer con mi sangre / Los nódulos de mi nariz / Se han desahogado / Padre, nadie lo sabe / Somos tú y yo / desangrándonos / en tu regazo / Tu jean / es un vino tinto / de tierra, de la tierra / Cede la trama / Un indio llora, Padre / Lo escucho / Dile que se calle / Qué calle es esta de la despedida / Te odio, Padre / He cargado y comido tu cuerpo / Soy mala nena / nena mala, malanegra, magianegra / Mala yerba / Una flema con sangre / de la ciudad…

                                             III

1. Fue en Granada donde conocí a Anastasia y la mirada de las mil yardas. El recuerdo que tengo de Melissa y de su entrañable libro, es el de un balcón que asoma a un sinnúmero de tejados rojos sobre los muros blancos del hermoso Albacín, justo una mañana soleada cuando yo sufría, por aquellas tierras y por causas ajenas, una tormenta emocional. 

2. Allí, frente a mis ojos apareció de pronto una portada hermosa, diseñada por Melissa. Una imagen con una niña de ojos grandes, de vestido rosa, junto a un árbol. Un formato que evocaba los libros infantiles pero, que, al remitir al contenido, se convirtió en un agradable pasadizo mental. Un gran obsequio en medio de la soledad de un turista, casi migrante, en tierras remotas.

3. Hace un año apareció este maravilloso libro. Hace menos de un año yo filmaba, por petición de la autora (para recomendarlo) un video en una fuente de Polanco, un día soleado. Tengo ese día muy presente. No cabe duda que Anastasia y la mirada de las mil yardas forma parte de los lugares privilegiados de mis recuerdos; tanto como conforma una pieza fundamental en la memoria de la escritora que le dio vida. Debe haber, sin duda, un puente nemotécnico entre sus letras y mis ojos. 

Se cumple el primer aniversario de un poemario que, como las buenos obras, puede alcanzar no sólo otro ciclo de trescientos sesenta y cinco días sino incluso la celebridad atemporal de los libros necesarios, fundamentales. Es el segundo libro de Melissa Olivares; una magnífica escritora y diseñadora qué tiene mucho que decir. Albricias, y larga vida a Anastasia, gran ejercicio de “escritura al infinito, que vivirá siempre…bajo un ala de cometa, en una piedra rodante”. Una obra con un sano dejo académico, a ratos ligeramente clásico pero con la rebeldía implícita de Bob Dylan, de Tom Waits; de una generación con nuevas miradas de las mil yardas, indispensables en su aparición ante las lectoras y los lectores que las necesitan en medio de un mundo que requiere cuentos infantiles, oscura e intelectualmente distintos.

                  Hueso. Cartílago. Metáfora. Ciudad de México, 17 de agosto de 2023

Ulises Paniagua: 

(México, 1976). Narrador, poeta y dramaturgo. Ganador del Concurso Internacional de Cuento de la Fundación Gabriel García Márquez, en Colombia (2019). Fue entrevistado por Silvia Lemus, en el año 2020, en el programa “Tratos y retratos” de Canal 22. En 2023 fue entrevistado en un capítulo de la serie “La ciudad es mi letra”, de Capital 21 TV. Incluido en la antología internacional bilingüe “Puente y Precipicio”, publicada en Rusia, bajo la selección de Natalia Azarova y Dmitriy Kuzmin (2019). Es autor de dos novelas, nueve libros de cuentos y cuatro poemarios. Ha sido divulgado en antologías, revistas y diarios nacionales e internacionales, incluyendo Nocturnario, El búho, Círculo de poesía, Nexos, Punto en línea, Anestesia, El Sol de México, Ígitur, Letralia, Nueva York Poetry, Altazor, Algarabía, Jus, y Períódico de Poesía (UNAM). Es parte del catálogo de autores del INBAL. Ha sido conductor en Radio Anáhuac, Radio Sogem y Radio IPN (95.7 FM). Es director, creador y fundador del Coloquio Internacional de Poesía y Filosofía (respaldado por el Fondo de Cultura Económica). Director de la Colección Digital de Terror en Editora BGR (España). Publicado en la Academia Uruguaya de Letras, en España, Italia, Perú, Argentina y Venezuela, su obra ha sido traducida al inglés, ruso, griego, serbio, checo e italiano.
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