Notas sobre la obra poética de Melissa Olivares

por: Fernando Colmán

“E—porque—las palabras, todas las palabras sueltas en el viento poniente, serán menos, siempre menos do que el martirizado adverbio inscrito en la historia”. 

—Wilson Bueno, Mar Paraguayo, 1992.
Mi perspectiva sobre el trabajo de Melissa Olivares surge desde mi interés en los estudios de la cultura, una pasión que alimento a través del arte contemporáneo y la construcción del pensamiento crítico. Aunque las Letras no son mi senda académica principal, he estado inmerso en la actividad editorial y literaria en un pasado reciente. Mi formación en Lima en 2019 fue un capítulo crucial en mi desarrollo profesional, ya que tuve el privilegio de formarme junto a editores de Perú, que me han dado una base enriquecedora y el conocimiento de autores como Olivares y la prestigiosa editorial que la representa.
El texto de Melissa Olivares, La batalla de la vuelta de Obligado, está minado de sensaciones que remiten al encierro, desde notas que hablan de leyes gramaticales que se deshacen en pétalos o superposición de abismos en donde ya no se conoce…, que me recuerdan tanto a mi condición de haber nacido un país mediterráneo, y a otro, de donde proviene la autora, regido por el virreinato colonial más intenso que tuvo Latinoamérica. Por elección propia, intento entrecruzar el texto de Melissa, mi reseña y las imágenes de María Lenina, quien trabaja desde Buenos Aires, para generar un corpus estético que dialogue entre nuestras condiciones de países sureños.
                                                                                              “Qué pretendes
                                                                                        y qué es pretender?”
Desde las primeras citas que emergen en el trabajo de Olivares, una de Michel Foucault, escudriña la noción de culpa en Dame tu síntoma y te sacaré la culpa, y otra de Lacan, entreteje afecto y discurso en su Seminario 17, el tejido de la compleja intelectualidad se despliega ante nosotros. Este entramado podría entablar un diálogo inesperado con las notas del Come de mí, come de mi carne de una de las figuras icónicas de la cultura argentina, como lo fue Soda Stereo en Canción Animal de 1990 o Su verbo vive en mi carne de Gustavo Cerati en la canción Verbo Carne de 1999. En estas páginas, emerge un sutil matiz de sabor sureño y argentino, como si el alma de Olivares hubiera impregnado cada palabra con la esencia misma de la yerba mate, el habitus limeño y sus ganas de desarmar el mundo.
                                                                                                     “quiero atardecer con
                                                                                                 el silencio de Argentina”
                                                                                                                     [...]
                                                                                               “Te volví la parte del todo
                                                                                                de un día en Buenos Aires”
En otras palabras, y volviendo a Lacan, la frase se refiere a cómo nuestras emociones y experiencias son moldeadas por las palabras y  estructuras del discurso que nos rodean, influyendo en cómo nos percibimos a nosotros mismos como objetos en el mundo. El libro-objeto o ser en el mundo de Olivares, se despliega ante nosotros a partir de tensiones, fronteras, entrecruces donde flechas van significando el camino hacia un sentido que forcejea con su propio cauce. Olivares va dejando notas de interpretaciones múltiples y abiertas, con un lenguaje compulsivo que vela tanto deseo, memoria, afecto, ausencia, como si de una carta se tratara, una esquela con despedidas disímiles, siseantes como la estructura del texto y el formato del libro.

Además, resulta sumamente interesante observar cómo este enfoque se alinea de manera magistral con la audaz y enigmática prosa de Wilson Bueno en su obra Mar Paraguayo. En esta obra, las olas del mar parecen compartir un compás titubeante con las aguas tumultuosas de La batalla de la vuelta de Obligado, tanto la del texto de Olivares como la de Bueno, ambas carecen de un puerto seguro o un derrotero definido. Este peculiar fluir se asemeja a una suspensión barroca, donde los límites entre prosa y poesía se desvanecen, y donde los elementos del devenir animal y el devenir mujer convergen en una danza, tal como las palabras de Néstor Perlongher (1992) en la edición argentina de la obra de Bueno, publicada por Interzona.

Al explorar el texto de Olivares, uno no puede evitar sentir la creciente necesidad de adentrarse aún más en el contexto que rodea su producción literaria. Este afán por desentrañar el significado subyacente parece ser un intento valiente por atrapar el signo en una red de explicaciones, como si se anhelara encontrar una revelación final que arroje luz sobre la intrincada trama de la batalla interna que se despliega en sus páginas.

En este sentido, el texto de Olivares se convierte en un faro que ilumina el camino hacia una comprensión más profunda y matizada de la obra, invitándonos a sumergirnos en sus palabras, a pesar de que puedan generar tensión, para descubrir los misterios que yacen tras las intenciones de su pluma.
                                                      Otro paso oblicuo y acabaremos
                                                           con las palabras ¿Verdad? 
En su análisis de la obra de Dostoievski, Mijail Bajtin introduce el concepto de polifonía, destacando la presencia de la no-linealidad en una sola obra. Este concepto cobra vida al adentrarnos en La batalla de la vuelta de Obligado, donde se perciben diversas voces que emanan de su autora. Estas voces se manifiestan a través de una variedad de expresiones de deseo, un deseo intenso que fluye como un transeúnte en una bulliciosa metrópolis o tal vez un castillo medieval. 
Dentro de este contexto, emerge la figura de Melissa, aún joven y arraigada a Lima. Su revolución interior se manifiesta en un deseo compulsivo que trasciende los límites de la ciudad colonial y virreinal que la rodea. Su ambición no solo apunta a desmantelar la estructura urbana, sino también a cuestionar los fundamentos del lenguaje y la forma en sí misma. 
En este sentido, la obra de Olivares refleja una lucha constante por la emancipación personal y lingüística, donde la polifonía y la no-linealidad actúan como instrumentos para explorar las complejidades de la identidad, el deseo y la rebelión en el contexto de apostar por el arduo trabajo, ese devenir selvagem, de entregar sus pulsiones a la escritura, por ende, a la poesía.
Fotografías de María Lenina (Buenos Aires) ~ @auto.psicografia 
—Fernando Colman, agosto de 2023

Fernando Colman (1990). Trabaja en investigación de arte contemporáneo, y fotografía experimental. Ha expuesto y realizado colaboraciones en España, Turquía, Estados Unidos y Japón. Ha realizado formaciones en ámbitos editoriales, artísticos y teóricos en Argentina, Perú, México y España. Forma parte de la red #JungesNetzwerk dependiente del Estado Alemán, de la iniciativa Trabajadores de Arte, y realiza una formación en Antropología del Arte en la Plataforma LATIR de México.

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