Por: Luis Guissepe Quispe Palomino
Cuando se habla de mito, se habla de una narrativa irracional, que tuvo como fin relatar el quehacer de los dioses. Advierto que esto podría generar algunas imprecisiones respecto al comienzo histórico de la filosofía. Porque si contraponemos lo irracional contra lo racional, lo ilógico contra lo lógico, o las fabulaciones contra la historia no obtendremos más que un vacío conceptual: una reflexión totalizadora como la filosofía no pudo aparecer de la nada y menos del mito. Entonces, si es necesario que aparezca de otra forma de pensamiento, ¿de qué forma surgió? Ante ello, me es menester ofrecer una perspectiva.

El mito fue la palabra cosmogónica de las antiguas civilizaciones. A diferencia de la palabra cosmológica (filosofía), que buscaba explicar el cosmos con una razón universal (arjé), el mito relataba su origen. En él, el arjé estaba conformado por los dioses. Principalmente, esta palabra se refiere a la Creación: narra cómo las cosas han llegado al lugar donde ahora se encuentran. Y, en contraste con la historia, que relata los acontecimientos según el tiempo cronológico, con el mito asistimos al tiempo primordial; esto es, contemplamos cuando las cosas sucedieron por vez primera.

Uno de los textos míticos más remotos que puedo citar es el Rig Veda, 1028 himnos compuestos en antiguo sánscrito (periodo védico temprano), cuya cronología data alrededor del año 1500 a. C. Este libro recoge las vivencias de los Rishis o videntes, quienes fueron las personas excepcionales —también poetas— que lograron reducir la brecha ontológica entre el plano divino (dioses) y el profano (hombres), a través de la ascensión espiritual (introspección) que tuvieron en su experiencia ritual. Hasta aquí es preciso mencionar que el mito se materializa con el rito, y este adquiere tal valor solo si en él converge la triple excepcionalidad: persona excepcional (vidente), palabra excepcional (himno) y situación excepcional (ascensión espiritual).

El himno 129 del Rig Veda titulado “Himno a la Creación” narra la incertidumbre que padece el poeta sobre el momento de la Creación; a su vez, conforme evoca los versos, este se cuestiona por lo dicho con anterioridad. «Entonces no había inexistencia ni existencia./ No existía la atmósfera ni el cielo que estaba más allá./ ¿Qué estaba oculto? ¿Dónde? ¿Protegido por quién?/ ¿Había agua insondablemente profunda?». El primer verso no conjuga el paso del ser al no-ser ni viceversa como sí podemos apreciarlo en los fragmentos presocráticos; es más, los niega a los dos. El poeta también distingue dos tipos de bóvedas: la atmósfera, que está más próxima a él, y el cielo que comprende el cosmos. Asimismo, pareciera rechazar que en principio no había lo inexistente ni lo existente, interrogándose que, si había algo oculto, es decir, un algo antes del algo (principio de causalidad). Luego introduce el simbolismo del agua, el cual para varias culturas representa la fuente de donde emana la vida, incluso los dioses. Al preguntarse si había agua, se pregunta si ya había vida.

Hay una dualidad entre lo negativo (inexistente, muerte) y positivo (existente, inmortalidad), así como lo femenino (noche, potencia) y masculino (día, impulso), que recorre todo el himno y refleja los valores que giran en torno a la existencia. El poeta, que ha logrado interiorizar con los dioses, duda por el mismo misterio de sus versos. «Uno solo respiraba sin aliento por su propio poder./ Más allá de eso nada existía». De pronto apareció el Uno, ese algo antes del algo. Pues sucede que para el antiguo sánscrito existen tres géneros: el femenino, el masculino y el neutro. Hasta aquí se deja entrever que el Uno es el dios neutro, el que está en la cúspide de la jerarquía de todos los dioses. Por eso, se dirá: «¿De dónde procede? ¿De dónde es esta Creación?/ Los dioses vinieron después». Claro está que hay un dios que germina a los demás dioses.

Sin embargo, en los últimos versos, la incertidumbre alcanza su grado mayor. «¿Esta Creación de dónde surgió?/ Quizás fue producida o quizás no./ El que la vigila desde el cielo más alto,/ él solo lo sabe. O quizás no lo sabe». El poeta continúa interrogándose sobre el tiempo primordial. Duda si, en verdad, hubo Creación o si es que las cosas estuvieron siempre ahí (sentido de inmanencia). Nuevamente da la impresión del nivel jerárquico de los dioses; y escribe, en tiempo presente, “el que (la) vigila” del cual se desprende “vigilante” (el sufijo —nte se puede entender como “el que ahora ejecuta la acción”). Esta premisa dinamita el verso final, puesto que la incertidumbre se traslada al Uno. No obstante, invoca a los principios de “no-contradicción” y “tercio excluido”: i) es imposible que el Vigilante lo sepa y no lo sepa al mismo tiempo, como ii) necesario que lo sepa o no lo sepa. Lo que el poeta ha hecho no es solo poner en duda el tiempo primordial, sino también el sentido de inmanencia del Uno: los dioses vinieron después, por eso ellos no lo saben; lo tendría que saber el que estuvo antes, pero puede que tampoco lo sepa; entonces, cabe la posibilidad de que no haya estado antes de la Creación.

El análisis del himno abordado comprende una estructura lógica interna, que nos lleva a interpretar cómo razonaba y formulaba construcciones el pensamiento humano de aquella época. Como resultado, se obtiene una construcción racional, pero que se vale de recursos adyacentes al rito, la poesía y la religión. Así, sucede que el mito no es una narrativa irracional, si lo fuera, pues sería imposible interpretarla. Peor aún: racionalizar su contenido. Por eso, al inicio hablé del vacío conceptual que nos deja el mito “irracional” y las imprecisiones en torno al comienzo histórico de la filosofía. ¿¡Cómo de lo irracional se va a pasar a lo racional!? Algunos llenan este vacío con el milagro griego, cuya máxima es: «Y hágase la filosofía». Sin embargo, lo cierto es que la filosofía surgió del mito, racionalizando así sistemáticamente varios de sus presupuestos.
Luis Guissepe Quispe Palomino: (Barrios Altos, Lima 1999). Estudia Derecho en la Universidad Privada Antenor Orrego. Escribe regularmente artículos de opinión en la revista “Taquicardia”. Cofundador y coordinador de la revista “Disicultura”. Realiza investigaciones académicas de temas sobre opinión, ignorancia y pensamiento mitocrático. Prepara una plaqueta de poesía.

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